Muy poco, basta con dar un volantazo (tal vez incauto o no), intercambiar un par de mentadas de madre (sea vocalizado o con el sonido del claxon) y el cruce de miradas entre conductores.
Esto fue suficiente para que un taxista, quien además de perseguir a su detractor, se paró frente a una construcción para agarrar la piedra que mejor se amoldó entre sus manos y continuar su caza con una sonrisa psicópata.
1 comentario:
Pasa todos los días, en todo momento, la gente no se toma la vida con la calma merecida, es una guerra constante!!
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