Acto seguido para el trolebus y el señor le da la mano a la señora para que pueda pararse. Ella se va.
El señor insiste con el pasajero que tiene justo enfrente que su reloj es japonés, que sólo le costó 200 pesos. Lo mismo le dice al chofer.
Suben dos chicas que pasan los 30 años, ambas visten de falda a dos dedos arriba de la rodilla. El señor les observa el culo, para después persignarse y decir una breve oración (¿en alabanza, por sus almas, por un milagro?).
No pasan más de 3 metros cuando empieza a contar la historia de cómo llegó de Guanajuato a la capital. Plutarco Elías Calles era presidente, cuando por cuestiones de seguridad el padre del anciano tuvo que exiliarse en el DF, pero aclara no por falta de valentía, sino por temor a que asesinaran a su familia.
Se queda callado, viendo al frente.
Me bajo del trolebus.
El sigue ahí.
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