25.11.10

Mi adolescencia pinche parte tres y final

La primera fue Mariel.

A ella la conocí un día mientras paseaba por el andador turístico (calle Macedonio Alcalá) con Mauricio.
Él nos presentó y de ahí empezamos a salir. Lo malo fue que le gusté a una de las mejores amigas de Mariel. Ella fue mi confidente y cuando le pregunté si tenía posibilidades de andar con ella me dio un rotundo no. Que ella jugaba conmigo mientras salía con otros. Así que la dejé de buscar. Después me enteraría que no era cierto, que su amiga engañó, porque yo le gustaba y quería estar conmigo. No volví a hablar con ninguna de las dos.

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Una noche Mauricio, Marco (aka El Pito Loco) y yo fuimos a unos quince años. Y cuando decidimos irnos de la fiesta Marco llevó a algunas amigas a su casa para seguirla. De la nada tomé de la mano a la más linda y luego nos besamos. Nos besamos hasta las seis de la mañana del día siguiente.

En mi mente, criada en una educación judeo cristiana -por mi culpa, por mi culpa, por mi culpa- yo tenía que responder a mis actos. Una mujer no es un objeto que se usa y se deshecha. Por tanto le llegué, sin saber nada de ella excepto que se llamaba Paulina. Le llegué por eso y porque, a excepción de Mauricio, el resto de mis amigos tenía novia.
Lo siguiente fueron de los peores tres meses que he tenido en una relación, porque fui un patán y supe que era peor de ser malo.

Ella fue tan aburrida, tan aprehensiva, tan desesperada.

Nuestro noviazgo coincidió con mi graduación de prepa. Mi intención fue no invitarla, porque en mi mente ella estaría prensada a mi brazo y no me dejaría bailar con mis amigas. Así que le dije que se habían acabado los boletos para la fiesta. Lo tomó bien según yo, dadas las circunstancias.

Llegó el día de la fiesta. Cené con mis familiares, en el salón principal, y después me fui al segundo piso del lugar, en donde estaba el alcohol sin restricciones para los graduados.

Lo primero que vi fue a mi novia. La saludé, intenté sacarla a bailar, pero solo me vio con ojos llorosos y la peor frase en la historia de los noviazgos "después hablamos".

Antes de que el remordimiento me rompiera Mauricio llegó a darme el mejor consejo de la noche: "Es nuestra fiesta y hoy no es el día para que pienses en eso, así que bebe".

Al día siguiente amanecí con el peor tipo de cruda en mi vida, una cruda moral.

Fui a platicar con ella, a aclarar las cosas, a terminar bien. Me mentó la madre, nos reímos y pese a todo me perdonó.

1 comentario:

Enrique F. A. dijo...

Definitivamente lo más complicado de nuestras vidas es vivir. Cuando leo tu historia me acuerdo de momentos también en mi propia adolescencia. Coincido, sin conocer lo que se viene por delante, la adolescencia es probablemente la etapa más difícil de nuestras vidas.
¡Un abrazo Juan! Siempre es bueno leerte. ¡Saludos!