Uno de mis propósitos cuando llegué al D.F. hace siete años fue tener coraje para hablarle a la chica que me gustara y hacerla mi novia.
Todavía creía en esa falsa máxima de "el que persevera alcanza", aunque no sabía que eso no aplica en relaciones. En caso contrario sólo genera lo que un maestro de filosofía denominara como 'relaciones neuróticas'.
Durante casi un año y medio busqué a una chica de mi clase de matemáticas de todas maneras. Con flores, con mix cd's muy cursis, una carta, llamadas de dos horas mínimo cada tercer día, intentando robarle besos... Le pregunté si quería ser mi novia en dos ocasiones. Ambas me dijo que no.
La primera vez me regresé caminando de su casa a la mía. Unos 40 minutos en los que escuchaba el Speaker Box de Outkast (por ninguna razón en particular, sólo lo traía en mi discman).
En la segunda terminé con una caja de trufas mientras veía Fargo.
Mientras ella salió con uno que otro chavo. Incluso me hice amigo de uno de ellos, al principio con fines maquiavélicos, al final porque ambos compartimos la misma decepción.
Ella se convirtió en mi inombrable.
Después tuve una novia. La inombrable se enojó de una manera épica. Lo más chistoso fue que la pelea tuvo lugar en el departamento de un amigo, mientras él y su novia -también nuestra amiga- cogían. La incomodidad del momento duró hasta que ellos terminaron. Mientras tanto me regañaba por haberle dejado de hablar, porque ya no la buscaba.
La tensión duró algunos meses antes de que fuera de intercambio a Washington, D.C. a trabajar como becario. Para algunos las gringas son la presa más fácil, pero con los amigos gringos que hice en vez salir a cazar como cavernícolas sólo salíamos de safari.
A mi regreso me enteré de que ella tenía novio. Cuando supe de la noticia me reí, cuando me enteré que se llama igual que yo, pero con nueve años más, fue demasiado. Primero me emboraché y después me reí muchísimo más. Lo tomé como lo que era, un jaque mate de Dios, una señal de seguir adelante.
Ah, y también quedé dañadito, lo que los gringos denominan como 'used goods', lo cual se los puede decir mi novia, mi Fer, de quien les contaré próximamente.
Ah, y también quedé dañadito, lo que los gringos denominan como 'used goods', lo cual se los puede decir mi novia, mi Fer, de quien les contaré próximamente.
Desde ese día en nuestro grupo de amigos vaticinamos que habría una boda, la cual Ariadna y Memo -los mismos que cogían mientras peléabamos-, inspirados en Sandra Bullock, serían encargados de arruinar al bailar hasta caer en el pastel de los novios.
Luego de cuatro años y medio se van a casar. La verdad estoy muy contento por ambos. Y aunque todavía falta un año para el evento, todos los que nos conocimos en esa clase de mate de siete de la mañana estamos felices por la pareja. Al menos yo sí.