Al elegir la prepa tenía dos opciones, una era seguir a mis mejores amigos de la secundaria o u optar por la escuela que pensé me daría mejores oportunidades de acceder a una buena universidad.
Elegí la segunda y sus consecuencias, que a corto plazo representó una traición a mis amigos.
Durante los primeros meses me cuentan que era el galán del Carlos Gracida. Al menos entre las chicas (¿y chicos? nah, ese mi ego hablando) de primer semestre.
Lo malo fue que no lo creía. Aunque ya no tenía tantos granos en la cara, mi nariz creció de forma exponencial, por tanto mi cara seguía sin ser una buena carta de presentación frente a las niñas.
Después me dirían que mi popularidad se debía a que era el nuevo. Aunque también había otro nuevo, un tipo llamado Ronnie que andaba en patineta, con barbita y apatía. El sueño de toda adolescente. No tardó mucho en ganarse los suspiros de las chicas, incluidas a las que les gustaba.
Pero encontré a la chica que me gustaría por el siguiente año y medio. Gabriela Vázquez. Gaby. Luego me enteraría que entre mis compañeros era conocida como "El Camarón", porque le quitas la cabeza y te comes lo demás.
A mi siempre me gustó su cara y cuerpo en esa combinación. No entendía ese estúpido apodo. Pero además de eso a ella le gustaba leer e ir a la muestra de cine en la que pasaban películas extranjeras. Gaby amaba todo lo que tenía que ver con Cuba, la música clásica y el violín.
Lo primero que hice fue comprar un disco de Paganini. Después un violín.
Salimos una o dos veces, le regalé un póster de los Beatles y le llegué. "Mejor como amigos" fue su respuesta. La cual maldije como la letanía con la que viviría los próximos tres años.
Después de eso encontré refugio en mi apatía y los libros. Ahí fue cuando conocí a mi mejor amigo, Mauricio, con quien entré en sintonía por el desdén que manifestamos a nuestros compañeros que preferían coleccionar pokemons a disfrutar de la literatura.
Los despreciábamos a todos esos "mozalbetes" enajenados del futbol y otros opios propios de la edad.
Luego conocería a Bayrol con quien compartiría un sentimiento similar, pero enfocado a la música. Si no escuchabas Björk, no eras nadie.
El último año de prepa me jugué dos cartas para encontrar una chica. Una iba en mi salón, era guapa y con un cuerpo rico. Yo le gustaba a ella, pero dejó de ser una opción porque la hacía demasiado ingenua. Para ella divertirse era estar con sus primos y nunca salía a beber, ni a fiestas.
La segunda fue Fernanda Gutiérrez. Aunque era una generación menor se integró a mi grupo de amigos y me encantó. Le gustaba salir y le encantaba Travis, nuestra canción fue Flowers In The Window. Lo malo es que ella moría por Juan Pablo, uno de mis amigos más cercanos.
En esa ocasión me rendí antes de dar pelea. Si le preguntan a cualquiera de mis amigos les dirá que habría sido inútil cualquier intento por enamorarla.
Al final terminó andando con Juan Pablo en una relación intensa que duraría un par de años.
Pero la moira (el destino para los griegos) me daría dos oportunidades más.
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